Gonzalo Gámiz Fotografía

Voces huecas que llegan rebotadas de muros y techos; sombras y estelas que parecen huir de sus siluetas, apretados grupos de familiares o amigos que se mueven como ligados entre ellos; saris que se deslizan arriba y abajo por escaleras de roca pulida, niños que corren y se esconden entre el bosque de columnas, devotos que entre paredes ennegrecidas y húmedas gesticulan ante su deidad más querida, mendigos, y otros que no lo son, que descansan sobre el tosco suelo de piedra. Noche y día. Nunca el escenario queda solo, los actores se suceden unos tras otros, sin intención pero sin vacíos, el espectáculo no cesa.